viernes, 17 de mayo de 2013

Eat. Fat.


No pienses que no me gusta la comida, la amo.
Palabras de la chica anoréxica.



martes, 14 de mayo de 2013

El día que hizo más viento que nunca.


Aquel día fue el día que hizo más viento que nunca, y ella no dejaba de mirar al abismo. No dejaba de reírse a carcajadas, mientras se le formaban hoyuelos a ambos lados de sus labios.
¿No es maravilloso? -Dijo mientras abría los ojos para ver con claridad más allá de nosotros mismos y volvía a bajar la mirada.

No sabía muy bien a qué se refería. Puede que al océano que teníamos delante (con su mezcla de azules y sus ondulantes brillos al Sol), o al verde prado que teníamos a nuestros pies (con tantos colores como vidrieras tienen.) Pero no, ella no era así, ella era más compleja. Se refería a algo más, porque no miraba en ninguna de esas direcciones. Tampoco miraba el cielo rosado que teníamos sobre nuestras cabezas (con sus nubes pasajeras que paseaban por toda la ciudad.) Y probablemente estuviera más bonito que nunca, pero ella no lo veía. No veía más allá o no quería.

Ella no era del tipo de personas que se perdía un amanecer, pero aquel día volvió pronto a casa y con la excusa en los labios, se despidió con la mano y desapareció entre los árboles.
¿Qué era eso tan maravilloso? Era lo único que se me pasaba por esta cabecita hueca.
Me puse de pie e intenté pensar como ella, pero era imposible, ¿a lo mejor en ese momento había algo que después no se encontraba allí? ¿A lo mejor el cielo -que poco después se volvió naranja- cambió algo en nuestra colina?

A la noche volvimos a encontrarnos en ese lugar -el que cambiaba constantemente de colores, el que era tan poco descifrable como ella-, y había ocultado gran parte del prado, mostrando únicamente aquello bañado por los pequeños reflejos de Luna. Ella seguía estando en el mismo lugar de esa mañana, con las mejillas sonrojadas y un vestido de un naranja atardecer.

¿Qué es lo que te inquieta, Max? -Dijo sin mirarme directamente a los ojos. Y antes de que pudiera responder, añadió: Me intrigas.
Sin saber qué decir o qué hacer, me acerqué a ella por la espalda, apartando pequeños mechones de pelo y repitiendo sus últimas palabras como un soplo de aire casi inaudible. Abrí los ojos de par en par y esa vez lo vi. Estuvo allí todo el tiempo.

¡Nyx! Es maravilloso.- Le dije alzando la voz. 
¿Cómo no pude verlo antes? Ella no miraba a su alrededor, no miraba más allá del firmamento. Me miraba a mí. Y yo, que en ese momento la miraba únicamente a ella, pude verlo.