jueves, 26 de diciembre de 2013

Quiebre del siglo XXI.


Nací en una pequeña ciudad del centro, me críe en el mismísimo infierno,
una niña de bien que nunca perecería, la última en nacer y la primera en correr. Mi ciudad fue cegada por la refinería del Sol, por los escupitajos de las fábricas doradas.

Mi generación es la cero, no fui hecha como uno de esos héroes de la clase obrera.
Somos los gritos de la clase del 13, somos los desesperados en el descenso, planteada por los bastardos de 1969.

Mi nombre es nadie, -tu hija perdida, papá-,
nacida el 9 de junio, criada en el corral de los héroes y estafadores.
Las cicatrices en mis manos son un medio para un fin,
es todo lo que tengo para recordar los hechos pasados.

He estado al borde del suicidio y tiré el ramo de flores sobre tu tumba, 
me senté en la sala de espera perdiendo mi tiempo, esperando el día de mi juicio, ya no era la niña que nunca perecería, ya no era la primera de la fila.

Creo que estoy perdiendo lo que queda de mi mente
para el final del siglo XX. 

domingo, 15 de diciembre de 2013


Él creía en el amor y otros monstruos,
se enamoró 7 veces en toda su vida, 
y todas ellas de la misma gata.

505.



Dijimos de vernos en la habitación 505,
si son 7 horas en avión y 45 minutos en coche,
tú eliges sin dudar el avión.

Te paseas otras 2 horas por la habitación 555 y estás de forma efímera en la 505. Y se me empañan los ojitos cuando me dicen que te han visto pasear por el hotel, que te han visto con otra...


¿Qué quién es mi musa? Mi musa es la vida.

Hablar de ella significa decir la verdad,
hablar de ella te llevará a la decadencia.
Porque no nos une, nos separa y nos depara un futuro tan trágico,
como hermoso.


Y si me preguntan,
aún no tengo nada que enseñar y me queda mucho por aprender.

domingo, 20 de octubre de 2013

Houston, ¡tengo miedo! Quiero irme lejos de aquí.



***

El mundo no está hecho para mí.



viernes, 17 de mayo de 2013

Eat. Fat.


No pienses que no me gusta la comida, la amo.
Palabras de la chica anoréxica.



martes, 14 de mayo de 2013

El día que hizo más viento que nunca.


Aquel día fue el día que hizo más viento que nunca, y ella no dejaba de mirar al abismo. No dejaba de reírse a carcajadas, mientras se le formaban hoyuelos a ambos lados de sus labios.
¿No es maravilloso? -Dijo mientras abría los ojos para ver con claridad más allá de nosotros mismos y volvía a bajar la mirada.

No sabía muy bien a qué se refería. Puede que al océano que teníamos delante (con su mezcla de azules y sus ondulantes brillos al Sol), o al verde prado que teníamos a nuestros pies (con tantos colores como vidrieras tienen.) Pero no, ella no era así, ella era más compleja. Se refería a algo más, porque no miraba en ninguna de esas direcciones. Tampoco miraba el cielo rosado que teníamos sobre nuestras cabezas (con sus nubes pasajeras que paseaban por toda la ciudad.) Y probablemente estuviera más bonito que nunca, pero ella no lo veía. No veía más allá o no quería.

Ella no era del tipo de personas que se perdía un amanecer, pero aquel día volvió pronto a casa y con la excusa en los labios, se despidió con la mano y desapareció entre los árboles.
¿Qué era eso tan maravilloso? Era lo único que se me pasaba por esta cabecita hueca.
Me puse de pie e intenté pensar como ella, pero era imposible, ¿a lo mejor en ese momento había algo que después no se encontraba allí? ¿A lo mejor el cielo -que poco después se volvió naranja- cambió algo en nuestra colina?

A la noche volvimos a encontrarnos en ese lugar -el que cambiaba constantemente de colores, el que era tan poco descifrable como ella-, y había ocultado gran parte del prado, mostrando únicamente aquello bañado por los pequeños reflejos de Luna. Ella seguía estando en el mismo lugar de esa mañana, con las mejillas sonrojadas y un vestido de un naranja atardecer.

¿Qué es lo que te inquieta, Max? -Dijo sin mirarme directamente a los ojos. Y antes de que pudiera responder, añadió: Me intrigas.
Sin saber qué decir o qué hacer, me acerqué a ella por la espalda, apartando pequeños mechones de pelo y repitiendo sus últimas palabras como un soplo de aire casi inaudible. Abrí los ojos de par en par y esa vez lo vi. Estuvo allí todo el tiempo.

¡Nyx! Es maravilloso.- Le dije alzando la voz. 
¿Cómo no pude verlo antes? Ella no miraba a su alrededor, no miraba más allá del firmamento. Me miraba a mí. Y yo, que en ese momento la miraba únicamente a ella, pude verlo.

viernes, 5 de abril de 2013

Capítulo I: La máquina diferencial.


"¿Sabes cómo midieron lo que era un segundo, pequeña? Escogieron a un chico de unos 15 años y marcaron su ritmo cardíaco, por lo que el tiempo siempre sería joven y sano como ese chaval. 
Cuando alcanzabas alguna hazaña, como la de acabar un servicio militar, te obsequiaban con un reloj de platino bañado en oro. Sin embargo, ahora cualquiera podía tener uno."

Las palabras de mi padre no paraban de resonar en mi cabeza, como si una oleada de recuerdos me sacudieran en la cara al ver caer la nieve tras la ventana. Había desaparecido el pasado diciembre, dejándome solamente su reloj de bolsillo -con sus iniciales grabadas-, bajo el árbol que habíamos decorado juntos la noche anterior. En el interior del reloj, había una hoja de papel arrancada, con un sello rojo en la esquina superior derecha y en la que había escrito:

"El tiempo se marcha, como el humo que sale de los trenes de vapor"

Mi padre simplemente se esfumó, dejando una nota que carecía de sentido aparente y que tan siquiera formaba parte de una despedida, o daba signos de haber pertenecido a una carta de suicidio.

Me levanté de golpe de la cama, dejando de juguetear con el reloj que tenía entre los dedos, y empecé a observar la estantería. Habían pequeñas figuritas que tenían infinidad de detalles y no eran otra cosa que maquetas de trenes en miniatura.

El primer tren que tuve entre mis manos era de principios del siglo XIX, de las primeras locomotoras de vapor que se inventó. Una verdadera obra de arte, con cargadores automáticos de carbón y bombas de vapor del tamaño de un guisante. Las demás maquetas se parecían más entre ellas, que seguían el mismo modelo de creación, aunque con cada vez más detalles.

Fui recorriendo mis dedos hasta el final de la estantería y la vi: La última maqueta que me regaló mi padre. Era un tren de vapor ambientada en el futuro, como una especie de locomotora atómica, capaz de volar propulsada con carbón, y que estaba colocada de forma inclinada para dar la sensación de que iba a emprender el vuelo.

Pero todo aquello era imposible: 
los trenes que volaban, 
el reloj que se paraba y 
volver a ver a mi padre.

O al menos, eso creía.

martes, 2 de abril de 2013

Bellatrix.



***

Ella era la chica más extraña del mundo, 
ella era la chica amante de las estrellas.

Recuerdo cómo se quedó despierta toda la noche para ver la lluvia de estrellas en nuestra azotea (en nuestro pequeño rincón sobre la Tierra), aunque ella no era precisamente el tipo de persona que tenía los pies sobre la Tierra.
Aquella noche colgó estrellas de papel en el tendedero, y guardó en un frasco sus deseos, -que dejó junto a nuestro saco de dormir y a nuestras capuchas de lluvia-. En los que posiblemente desearía tener un nuevo telescopio para ver más allá de ellas.
Recuerdo cómo se le iluminaron los ojos al verlas caer del cielo, y como se paró a mi lado, susurrándome al oído -como si quisiera que el Universo no se enterara de aquello-.

"Tu constelación es esa -decía señalando el Cinturón de Orión- y yo soy la tercera, tu hombro izquierdo, la guerrera, la que luchará por ti."

Al mismo tiempo que se apoyaba en mí, 
y yo formaba constelaciones con su espalda. 

domingo, 6 de enero de 2013


¿Cómo pude ser tan estúpida?
Las gotas de agua, las lágrimas...
No se pueden contar.

sábado, 5 de enero de 2013

La chica de las diez.


Ella estaba allí -como cada mañana- de espaldas al cristal. Parecía buscar la forma de evaporarse del mundo, de aquel lugar repleto de personas que no podían percibir sus sentidos. De gestos invisibles, de sonidos inaudibles, de miradas voraces que la evitaban, o de aquellos besos que se quedaban en el aire, dejando un pequeño aroma a nostalgia.

Ella no era más que una chica del montón, una chica que no parecía destacar en nada. Una chica enamorada del pan recién horneado, de los agujeros en las mangas y de las tiritas en las rodillas.
Una chica sencilla, de pelo corto y negro, con gafas de pasta. Incapaz de sorprenderse al verme allí plantado, con un paraguas en mano el día más caluroso del año.
Una chica pequeña y absurda, como un pequeño reloj de bolsillo.



El reloj de bolsillo más bonito del mundo.

viernes, 4 de enero de 2013

Amor tóxico.



La Muerte, tan lenta y dolorosa, se había vuelto completamente ciega. Ciega por haberse enamorado de la Vida, de haberse aferrado con fuerzas a ella. Un amor que jamás sería correspondido.
La Vida siempre le rechazaba y añadía: "Acabaréis conmigo, no solo me volvéis loca, sino que además me matáis lentamente, aunque no queráis, acabaréis haciéndome daño."
La Muerte, sin darse por vencida le dejó flores a medianoche sobre la fuente de la Vida -rosas rojas, no los crisantemos que acostumbraba a ver-. Pero todo lo que tocaba moría, y entregó rosas marchitas que no habían conseguido aferrarse a la vida, tal y como hacía ella.
La Muerte solo deseaba poderse morir en ese momento -aunque eso fuera del todo imposible-.
Llegó a un pequeño bar a las afueras del Valle de las Almas Perdidas, y desolada, empezó a beber como si no existiera el mañana. Y a fumar, hasta que sus pulmones rotos empezaran a dedicarse a otra cosa.
En ese momento, se acercó la pequeña alma del que había sido anteriormente un camarero, y disgustado dijo:

-Muerte, ¿qué haces aquí? ¿No deberías estar acabando con la vida de las personas, tal y como me hiciste a mí?
-La Vida no me acepta tal y como soy. ¿Acaso yo la he rechazado por ser tan alegre y vivaz?
-¿No crees que la vida y la muerte son las dos caras de la misma moneda? Sin una de las caras, la otra no significa nada. Pero tampoco pueden estar juntas. Equilibrio, Muerte, equilibrio.

La Muerte se marchó de allí, satisfecha con aquella respuesta. Pero, cegada por la locura fue a visitar a su vieja amiga, la Vida. Viviendo eternamente con ella y con la perspicaz ironía del viejo camarero.