domingo, 6 de enero de 2013


¿Cómo pude ser tan estúpida?
Las gotas de agua, las lágrimas...
No se pueden contar.

sábado, 5 de enero de 2013

La chica de las diez.


Ella estaba allí -como cada mañana- de espaldas al cristal. Parecía buscar la forma de evaporarse del mundo, de aquel lugar repleto de personas que no podían percibir sus sentidos. De gestos invisibles, de sonidos inaudibles, de miradas voraces que la evitaban, o de aquellos besos que se quedaban en el aire, dejando un pequeño aroma a nostalgia.

Ella no era más que una chica del montón, una chica que no parecía destacar en nada. Una chica enamorada del pan recién horneado, de los agujeros en las mangas y de las tiritas en las rodillas.
Una chica sencilla, de pelo corto y negro, con gafas de pasta. Incapaz de sorprenderse al verme allí plantado, con un paraguas en mano el día más caluroso del año.
Una chica pequeña y absurda, como un pequeño reloj de bolsillo.



El reloj de bolsillo más bonito del mundo.

viernes, 4 de enero de 2013

Amor tóxico.



La Muerte, tan lenta y dolorosa, se había vuelto completamente ciega. Ciega por haberse enamorado de la Vida, de haberse aferrado con fuerzas a ella. Un amor que jamás sería correspondido.
La Vida siempre le rechazaba y añadía: "Acabaréis conmigo, no solo me volvéis loca, sino que además me matáis lentamente, aunque no queráis, acabaréis haciéndome daño."
La Muerte, sin darse por vencida le dejó flores a medianoche sobre la fuente de la Vida -rosas rojas, no los crisantemos que acostumbraba a ver-. Pero todo lo que tocaba moría, y entregó rosas marchitas que no habían conseguido aferrarse a la vida, tal y como hacía ella.
La Muerte solo deseaba poderse morir en ese momento -aunque eso fuera del todo imposible-.
Llegó a un pequeño bar a las afueras del Valle de las Almas Perdidas, y desolada, empezó a beber como si no existiera el mañana. Y a fumar, hasta que sus pulmones rotos empezaran a dedicarse a otra cosa.
En ese momento, se acercó la pequeña alma del que había sido anteriormente un camarero, y disgustado dijo:

-Muerte, ¿qué haces aquí? ¿No deberías estar acabando con la vida de las personas, tal y como me hiciste a mí?
-La Vida no me acepta tal y como soy. ¿Acaso yo la he rechazado por ser tan alegre y vivaz?
-¿No crees que la vida y la muerte son las dos caras de la misma moneda? Sin una de las caras, la otra no significa nada. Pero tampoco pueden estar juntas. Equilibrio, Muerte, equilibrio.

La Muerte se marchó de allí, satisfecha con aquella respuesta. Pero, cegada por la locura fue a visitar a su vieja amiga, la Vida. Viviendo eternamente con ella y con la perspicaz ironía del viejo camarero.