lunes, 3 de febrero de 2014


Cuando no tienes nada que decir, cuando ya no puedes decir nada más.
Guarda silencio.
No digas cosas que no salen de tu alma, no escribas cosas que no salen disparadas de tus dedos, como palabras huecas que no signifiquen nada. Que no vienen de ti. No intentes copiar la forma de hablar de otra persona. No quieras escribir como lo hace otra persona porque te llevará al error. Te llevará a quien no eres, te llevará al caos. Te llevará a las noches caóticas donde empezaron a liarse tus pensamientos y empezaste a escribir en forma de desagüe, desenredando las marañas de tu cabecita. Tampoco esperes que vuelva en mí la cordura y me arrope con sus hilos de seda fina (de la misma seda de la que están hechos los lazos del destino), porque, una vez pierdes la cordura, difícilmente podrás recuperarla.
Dicen que dejando de leer historias de hidalgos de la mancha, dejando de soñar con dulcineas de barras de bar, dejando de escribir toda aventura que soñamos. Entonces y solo entonces, recuperaremos algo de nuestra cordura. Pero yo ya vendí mi alma al diablo cuando decidí soñar y vivir en un mundo donde todo es posible, a vivir en este mundo donde es más importante la imagen impecable que podemos dar. Donde parece que las conversaciones que podemos ofrecer y a las historias que podemos regalar son irrelevantes.

Puede que para otra persona no, pero para mí una persona que pueda contarme una historia y hacerme soñar con ella es más valiosa que cualquier otra con una imagen reluciente, de esas de las de marketing.

1 comentario:

  1. ¡Hola!
    Me ha gustado mucho este post. Buena reflexión.
    Pásate si quieres:) positivityinourlife.blogspot.com.es/

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